martes, 5 de octubre de 2010

Estas elecciones marcan otra pauta


Las elecciones locales y regionales del domingo pasado señalan una pauta distinta a las elecciones subnacionales anteriores de 2002 y 2006.

Si bien continúa la fragmentación, en cuanto a la diversidad de organizaciones locales y regionales participantes y ganadoras y la ausencia de partidos nacionales, parece ser también importante, diez o más, el número de gobiernos regionales elegidos en primera vuelta. Asimismo, el número de gobiernos de izquierda y/o progresistas, entre seis y ocho, que han ganado en alguna región es también significativo, señalando una posible base de apoyo para un gobierno nacional contrario al modelo neoliberal hoy imperante.

Pero lo que definitivamente señala un rumbo diferente para la política peruana es el triunfo de Susana Villarán, por el partido Fuerza Social, como alcaldesa de Lima para los próximos cuatro años. El triunfo de Villarán es el de una fuerza distinta al del establecimiento político limeño y nacional de la última década. Se trata, además, del triunfo de una fuerza progresista en una plaza que había sido tomada por la derecha en los últimos veinte años. La que gana es una fuerza de izquierda moderada o centro izquierda, que aprovecha el vacío político dejado por la tacha de Alex Kouri, pero no lo hace como un simple reemplazo sino con una propuesta distinta a la del clientelismo tradicional que reivindica el activismo de los movimientos sociales de décadas anteriores y propone el bienestar del nuevo poblador de Lima como el objetivo de su mandato.

El triunfo de Villarán, además, se da en contra de una campaña de infamias que desató la derecha mediática y política contra su postulación. Esta campaña nos da una idea de lo poco dispuesta que está la derecha peruana, en cualquiera de sus versiones mafiosa o democrática, a aceptar la competencia entre opciones alternativas. De igual manera, el carácter de ensayo general que ha tenido esta primera lluvia de mentiras, augurando lo que será la próxima campaña nacional por el Congreso y la Presidencia de la República. Sin embargo, el triunfo de Villarán señala también el efecto cada vez menor que tiene la guerra sucia, especialmente cuando se trata de una candidata en alza en las preferencias electorales.

El gran derrotado en estas elecciones es Alan García porque ha podido hacer poco para avanzar sus fichas en pos del control de la escena política para asegurar la continuidad del modelo neoliberal a través del triunfo de candidatos potables, tanto en estas elecciones como en las del próximo abril; todo ello, por supuesto, en función de su reelección del 2016. A nivel nacional y con serios problemas parece que el Apra solo ganará la región de La Libertad. Y en la ciudad de Lima, sus apuestas han fracasado una tras otra, primero Alex Kouri y luego Lourdes Flores. Definitivamente pugnará en lo inmediato por un candidato de unidad de la derecha para las elecciones presidenciales, un nuevo o ya conocido preferido que pueda combinar la indispensable garantía de continuar el modelo con la capacidad para engañar una vez más a los votantes. Un empeño difícil pero no imposible como ya hemos visto en anteriores comicios generales.

La pregunta que queda abierta ahora es el efecto que el avance progresista pueda tener en las elecciones generales del próximo año. En las regiones, más allá del izquierdismo de algunos candidatos, el efecto no es directo porque se trata, en la mayor parte de casos, de caudillos regionales que han corrido por su cuenta o, a lo sumo, han recibido algún apoyo nacional indirecto. Aquí, quizás la única excepción sea la de Jorge Acurio en el Cusco, que ha postulado con las banderas nacionalistas. Sin embargo, no es desdeñable el tercio de gobiernos regionales progresistas que podrían apoyar un gobierno nacional distinto. En la ciudad de Lima el triunfo de Villarán abre definitivamente un espacio hacia el lado izquierdo del espectro político pero es una incógnita quién lo podrá utilizar de la mejor manera. Una alternativa unitaria donde estuvieran juntas todas las propuestas de cambio podría ser lo ideal pero parece muy difícil de lograr. Quizás, la alternativa que se parezca más a la unidad y exprese mejor el aire fresco que traen las últimas elecciones es la que se pueda colocar mejor. Ya no queda mucho tiempo para la próxima campaña o sea que pronto descifraremos este enigma.

Lo que sí, estas elecciones nos han sacado de lo previsible y nos vuelven a dar la esperanza de que a través de la política, la tan vapuleada política, podamos tener algún cambio en el Perú en los próximos meses. (OTRAMIRADA)

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JAIME ESPEJO ARCE