jueves, 12 de abril de 2012

Secuestro de mineros de Camisea en su hora final


Manotazo


El secuestro de 40 (36 en algunas versiones) trabajadores de una planta de gas en Camisea es una operación erizada de sombrías resonancias. No hay grupo armado, aquí o en el exterior, que no haya recurrido al secuestro cuando le ha sido conveniente. Las FARC lo han vuelto una industria, el MRTA quedó enterrado en su mayor secuestro.
A primera vista el objetivo de los narcosenderistas del VRAE son los millones de dólares de rescate que reclaman a la empresa afectada. Pero sorprende que una columna tan vinculada al negocio de la droga corra ese tipo de riesgo para obtener dinero. Sorprende todavía más que ese sea el único pedido importante en una operación de tan alto perfil.
Es cierto que en el anterior secuestro masivo de SL (campamento de Techint, 2003) también hubo un pedido de dinero. Pero cuando la bruma se disipó quedó más o menos claro que se trataba de un aviso al gobierno para que no siguiera interfiriendo con la producción de droga. Los rehenes fueron devueltos, y todo volvió a su cauce.
Con este golpe el cabecilla José incrementa de manera drástica la publicidad sobre su operación. Quizás para marcar distancias con las capturas que están desarticulando el teatro de operaciones narcosenderista del Alto Huallaga. Para qué buscaría los reflectores una agrupación que sobrevive del ocultamiento en la espesura es un misterio.
Ahora José va a multiplicar los recursos y las fuerzas del orden que buscan capturarlo, y va a tener que desplazarse con docenas de rehenes a la espalda, o inmovilizar cuadros para cuidarlos. Todo esto en un territorio más militarizado que antes. José no es las FARC, de modo que en este golpe específico el tiempo va en su contra.
Cuando uno desbroza las incoherencias, lo sucedido parece una suerte de acto de presencia en el escenario de la industria energética. Esta ha sido, después de todo, la semana del Lote 88 y el gasoducto surandino. Con lo cual este secuestro también cobra un cariz antiextractivo, y lo hace en un espacio clave para el gobierno.
Si el secuestro prospera, en el sentido de que SL logra canjear sus rehenes por dinero y una imagen de éxito, ello va a afectar el esquema de seguridad de toda la extracción –minera, petrolera, gasífera– en el país. Lo cual a su vez le complicará la vida a la protesta cívica en todo el país. Hay, pues, más secuestrados, que los de la empresa Skanska.
¿Qué va a hacer el gobierno? La estrategia de persecución, infiltración y captura produjo un éxito importante en el Alto Huallaga. Pero es verdad sostenida que José es un enemigo de otro calibre, menos ideológico y más militar. Al extremo de que desde el 2011 se habla de una “nueva guerra en el VRAE”, más complicada para el Estado.

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JAIME ESPEJO ARCE