martes, 11 de junio de 2013

Nelson Mandela, el hombre que cambió la historia de discriminación racial de Sudáfrica

Nelson Mandela, el preso 46664

De los 94 años, nueve meses y 19 días que hoy tiene de vida Nelson Mandela, pasó 27 años encarcelado y lleva 69 en la lucha contra la discriminación racial.

Cuando era estudiante de derecho en la Universidad de Fort Hare, única para negros en Sudáfrica, se comprometió con la causa y en 1944 entró al partido Congreso Nacional Africano (ANC).

La clase política blanca estableció en 1948 el ‘apartheid’ o segregación racial: en ciertos barrios sólo podían ser propietarios los blancos y volvió exclusivas playas, buses, hospitales, escuelas y hasta las bancas de parque. A los negros les fue prohibido quedarse en algunas ciudades y fueron confinados en reservas o ‘bantustanes’.

“La opresión fue más dura que en otras partes y ello derivó en una reacción más intensa. Eso facilitó el surgimiento de un líder como Mandela”, explica Juan Pablo Milanese, director del programa de ciencias políticas de la Icesi.

En 1952 Mandela fue acusado de terrorismo y confinado en Johannesburgo, donde abrió el primer bufete de abogados negros de Sudáfrica: “Logró sobreponerse al rótulo de terrorista, que despierta tanta prevención”, añade Milanese.

En diciembre de 1956 el abogado volvió a ser detenido, asumió su defensa y fue absuelto en 1961. 

Una vez libre, pasó a la clandestinidad y fundó la Lanza de la Nación, brazo armado del CNA.

En enero de 1962 asistió a la Conferencia Panafricana de Etiopía, y en Argelia recibió entrenamiento guerrillero. Al regresar a al país fue acusado de abandono ilegal del país: el 12 de junio de 1964 Mandela fue condenado a cadena perpetua en la prisión de la isla de Robben. Allí se convirtió en el recluso nº 46664.

“El liderazgo de Mandela se basó sobre todo en su condición de víctima y eso no excluye otros atributos personales”, prosigue el politólogo de Icesi.

Los clamores por su liberación provenían de toda parte. Para el gobierno, Mandela se había convertido en un encarte. Resuelto a quitarlo de en medio, el Servicio Secreto Sudafricano tramó en 1969 una falsa fuga para asesinarlo por la espalda, pero el Servicio de Inteligencia Británico frustró la operación.

“Mandela fue más importante en la cárcel, pues se volvió símbolo de lo que representaba la opresión”, dice Milanese.

En 1984 se le ofreció la libertad si se establecía en un ‘bantustán’ y renunciaba al activismo político, pero él se negó. Siguieron los acercamientos hasta que el presidente, Frederick de Klerk, lo liberó el 11 de febrero de 1990.

“Al salir, Mandela entendió lo que no logran todos los líderes en similares circunstancias: que se debe iniciar un proceso de reconciliación”, dice el analista internacional Marcos Peckel.

El dirigente llevaba consigo las cartas que escribió en prisión. En una se lee: “Uno de los problemas que más me preocupa es la falsa imagen que sin querer había proyectado en el mundo; se me consideraba como un santo. Nunca lo fui, incluso si se refiere a la definición según la cual un santo es un pecador que trata de mejorarse”.


La voz del líder, Nelson Mandela


  • “Después de escalar una colina, uno se encuentra sólo con que hay muchas más colinas que escalar”.
  • “Ser libre no es solo desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás”.
  • “Detesto el racismo, porque lo veo como algo bárbaro, sea que venga de un hombre negro o un hombre blanco”.
  • “El coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista
    ese miedo”.
  • “Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero”.
  • “No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en la que trata a sus niños”.
  • “Nadie nace odiando a otra persona por su piel, su origen o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si puede aprender a odiar, también se le puede enseñar a amar”.
  • “Si yo tuviera el tiempo en mis manos haría lo mismo otra vez. Lo mismo que haría cualquier hombre que se atreva a llamarse a sí mismo hombre”.
  • "La muerte es inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad”.

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JAIME ESPEJO ARCE