lunes, 6 de octubre de 2014

DESPRECIAR AL ELECTORADO ES POCO DEMOCRÁTICO Y NO SE LIMITA A LA DERECHA

El votante peruano no es ni irracional ni estúpido, dice Levitsky


Dánae Rivadeneyra

La columna de Steven Levtsky de hoy es precisa para calmar los ánimos intolerantes que pueden querer surgir producto de los resultados electorales. En este blog hemos dejado claro que Luis Castañeda Lossio no es la mejor opción para Lima, pero eso no implica que aquellos que no compartan nuestra opinión estén equivocados o se les pueda incluir dentro del grupo de Alditus llama “electarado”. Ojo con lo que dice Levitsky:
(…) el desprecio hacia el electorado peruano no se limita a la derecha.  Aunque sean más sutiles, muchos comentarios progresistas sobre los que votan por candidatos que “roban pero hacen obras” revelan el mismo desdén.  
Despreciar al electorado es poco democrático. Implica que algunos ciudadanos (casi siempre, de menores ingresos) no son competentes para votar –el argumento utilizado en siglos pasados para justificar las restricciones al sufragio.  Además, es poco liberal.  El liberalismo reconoce que siempre existirán diversos intereses y opiniones, y que estas diferencias sonlegítimas.
Así es. La reciente encuesta que revelaba que el 49% de limeños elegiría a un candidato que robe pero que haga obras, de alguna forma polarizó los ánimos. Inmediatamente, buen número de personas se indignó y busco separarse de ese porcentaje. Sin embargo, algo que se pasó por alto fue el por qué de esos resultados.
Los peruanos no creen que los candidatos vayan a cumplir con sus programas.  No porque sean desconfiados por naturaleza, sino por una razón muy sencilla: los candidatos no cumplen con sus programas.  En las últimas décadas, la relación entre lo dicho en campaña y lo hecho en el gobierno ha sido casi nula. Las políticas implementadas por los gobiernos de Belaunde (1980-85), Fujimori (1990-95), García (2006-11), y Humala tuvieron poco o nada que ver con sus promesas electorales. Para muchos peruanos, entonces, el voto programático ha sido totalmente devaluado.  La experiencia les ha enseñado que el voto no sirve para cambiar las políticas del gobierno.
Triste pero cierto. Aquí vamos a dejar el resto de la columna de Levitsky que explica que el origen de nuestros males no se originó ni con Castañeda ni con Susana sino mucho mucho tiempo antes:
Los candidatos que prometen “hacer las cosas bien” ya no son creíbles.   ¿Por qué?  Tal vez porque los últimos tres presidentes de la República han sido condenados (Fujimori) o denunciados (García, Toledo) por corrupción y 22 de los 25 presidentes regionales actuales afrontan denuncias por corrupción.
La extrema desconfianza afecta al comportamiento electoral.  Cuando los ciudadanos no creen que los candidatos vayan a cumplir con sus promesas, el voto programático deja de ser racional.  Por qué buscar al candidato con el mejor programa si ese programa no se va a cumplir?  Sería inútil. Sería irracional. En un contexto así, ¿por qué no utilizar el voto para otros fines? ¿Cambiarlo por algo (clientelismo)? ¿Utilizarlo para expresarse o mandar un mensaje de frustración (voto anti-sistema)?
En vez de denigrar a los ciudadanos cuyo comportamiento electoral no entendemos, sería mejor tratar de entenderlos.   Por ejemplo, en vez de contentarse con la floja explicación mariateguista (el “electarado”), la derecha debería estudiar por qué un sector del electorado en el interior sigue votando por candidatos radicales antisistema.  Según Carlos Meléndez, uno de los pocos que ha investigado el tema, el voto antisistema del interior es producto de la desconfianza generada por la experiencia de los ciudadanos con un estado débil.
si la izquierda quiere volver a ser viable en el Perú, debería estudiar por qué los sectores populares urbanos la abandonaron –y por qué votan (a veces masivamente) por el fujimorismo o por Castañeda.  Explicaciones como “el clientelismo de Fujimori” o una cultura de “robo pero hace” no bastan.    Son votantes cuyo nivel de vida mejoró muchísimo en las últimas dos décadas, pero que sigue siendo vulnerable.   Tener tanto que perder podría ser una fuente de conservadurismo bastante racional.
Concuerdo, entonces, con Carlos Meléndez: el votante peruano no es ni irracional ni estúpido. La gente vota por muchas razones, basado en diversas identidades, intereses, y expectativas. Podemos no compartir las preferencias del electorado en Cajamarca, Puno, o San Isidro, pero negar la legitimidad de estas preferencias choca con los principios básicos de la democracia.

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