lunes, 5 de enero de 2015

¿Sicarios en los medios peruanos?


La libertad de prensa  es sin duda, para los países democráticos, la expresión máxima de la libertad que tienen los individuos a exponer lo que piensan y creen sin que medie restricción ni censura alguna.

Nuestra Constitución Política señala: “(…) las personas tienen derecho a las libertades de información, opinión, expresión y difusión del pensamiento (…) sin previa autorización ni censura ni impedimento algunos, bajo las responsabilidades de ley.”.

Pero, qué sucede cuando se usa este derecho cómo arma de ataque sistemático para calculadamente demoler, agredir, deshonrar, lapidar, enlodar adversarios, enemigos personales, o políticos. ¿Les alcanzará las “responsabilidades de ley” a que se refiere la Constitución?   

No hace mucho, en nuestro país, nos quedamos pasmados al ver a los propietarios de medios de comunicación babeando frente a las pilas de billetes que les ponían frente a sus ojos, a cambio de entregar líneas editoriales, titulares o simplemente arruinar a algún opositor político a través de algún artículo periodístico. Ahora, la modalidad ha cambiado.




Hoy tenemos infiltrados en los medios de comunicación (llamados opinólogos) que son verdaderos sicarios, cuyo fin es conspirar y debilitar la estabilidad del país, o para beneficiar intereses subalternos que sólo ellos conocen.

El arma letal es la palabra. Un caso emblemático es el de Paul Olórtiga que fue perseguido cual feroz criminal, luego de ser prácticamente sentenciado por la prensa de un crimen del que posiblemente salga absuelto. Los medios no tuvieron misericordia de él, fue despreciado y cazado gracias al rol de los medios de comunicación en el ejercicio de la libertad de expresión. Perdió trabajo y respeto, y al parecer es inocente. La noticia pasó. Nadie habla más de él. Pasó de moda. Sin embargo el daño causado es irreparable. Lo agarró el misil. Lo destruyó y ahora…. A otra cosa mariposa dicen los esbirros. 

  

Es muy común leer o escuchar en los medios, “dicen”, “al parecer”, “es posible”, cuando se lanza un misil contra alguna persona a la que se pretende linchar mediáticamente.

Poco importa si lo que se afirma es verdad o no (eso es lo de menos), lo importante es el impacto que se quiere causar en la opinión pública. La bomba cae, estalla, causa bajas y el sicario se repliega luego de alcanzar su objetivo. Lo que importa es destruir, dañar, aniquilar buscando alcanzar un objetivo. Luego viene el repliegue y si son desenmascarados, sólo tendrán que decir: Yo no lo dije. “Me dijeron”.

Escucho diariamente a Jaime Chincha o Mabel Huertas (por ejemplo) o Phillip Butters,  lanzando preguntas o comentarios cargados de ponzoña buscando respuestas destructivas en sus interlocutores u oyentes, que pueden ser usadas fácilmente como “misiles” por algún sicario voluntarioso, para pretender destruir a alguien, manipulando frases o deformando la realidad a través del mismo medio o de otros incluyendo las redes sociales.


Escucho y leo frecuentemente a Fernando Rospigliosi, (ex comunista del ala maoísta converso liberal a ultranza); pero el misil que ha lanzado creo no tiene precedentes. Ha dicho que el gobierno habría ayudado a la fuga de Martín Belaunde Lossio para evitar que este revele cómo ayudó a la pareja presidencial a lavar dinero procedente de Venezuela.

Lo que dice es muy delicado y creo que esta vez se le escapó el misil sin tomar precauciones para sí. Lo que lo obligará a demostrar “con pruebas” tan grave imputación.

Claro, no tendrá que demostrar que la fuga es para que “no revele”, sino demostrar que la pareja presidencial ha lavado dinero.

Si bien es cierto, Rospigliosi no pasaba de ser un personaje curioso, al que en algún momento se le acusó de ser informante de la CIA, y que se gana los frijoles con artículos relacionados a seguridad y defensa en algunos medios, debido a su paso breve e intrascendente por el Ministerio del interior o el Consejo de Inteligencia; su actuar últimamente parece desbocado, obsesivo y desenfrenado.


Su fijación por Daniel Urresti linda con lo enfermizo. Y creo que su obsesión por el ministro del Interior lo está llevando al delirio.


Sin embargo, creo que no debemos de pecar de ingenuos. Por experiencia, es necesario tratar de respondernos algunas preguntas que evidentemente muchos se hacen:

¿Qué intereses hay detrás de las declaraciones de Fernando Rospigliosi? ¿Para quién juega ahora que todos están en carrera para el 2016?

Ojalá encontremos pronta respuesta.


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JAIME ESPEJO ARCE